viernes, febrero 12, 2010

CRÍTICA: LOS MUERTOS VIVIENTES de Robert Kirkman & Charlie Adlard

Como ya sabéis, últimamente los zombies están de moda. Parece que nos encontramos en una segunda edad de oro de este subgénero dentro del género de terror. Están de nuevo presentes, los sentimos, los oímos, tememos encontrarnoslos al girar la esquina... ellos nos buscan sin parar, sin descanso, hambrientos como están de nuestra vitalidad... ¡¡¡y no hay espacio para todos!!!

Aparte de que últimamente estamos viendo en el cine que los muertos vivientes están alcanzando cierto protagonismo en determinados títulos y de otros que están aún por estrenar, en la literatura este género está entrando de nuevo con fuerza desde que Max Brooks hiciera acto de presencia y lo pusiera de moda con su Guerra Mundial Z (y con esto no queremos decir que habían sido olvidados y puestos bajo llave, siempre surgiendo aquí y allá cuando se les requería para contar una buena historia de miedo, pero hay que reconocer que la obra de Brooks fue un gran impulso para ponerlos de nuevo en candelero), surgiendo multitud de nuevos títulos y antologías que tratan este tema en profundidad de mano de grandes plumas de la literatura fantástica, de terror y de ciencia ficción, géneros todos ellos con marcadas diferencias pero que se interrelacionan y complementan de forma natural, con un tipo de lector que bebe y pica de cada uno de ellos por separado o juntos… y en nuestro país el género está cogiendo cierta fuerza, donde nos encontramos grandes editoriales que están apostando por este subgénero, y también de pequeñas (y más relacionadas con el cómic), como puede ser Dolmen, donde parece que están apostando fuerte por este mercado concreto, tanto en cómic como en novela, con títulos tanto de la mano de autores foráneos como de autóctonos.

Esta pequeña introducción es para dar paso a la obra de la que hoy os quiero hablar, una obra que podemos situarla anterior a todo este reciente boom (no por nada ya empezamos a disfrutarla aquí en el 2005), pero, a diferencia de todos estos formatos a los que nos hemos referido, esta obra está enmarcada en el noveno arte, porque realmente podemos hablar de ella como de una verdadera obra de arte de la literatura secuencializada en viñetas. Como ya habréis adivinado y habréis leído previamente en el título de este post, nos estamos refiriendo a Los muertos vivientes de Robert Kirkman y Charlie Adlard.

Esta obra, de la que Planeta DeAgostini ya ha publicado 9 volúmenes (1-54 USA), es una de mis series de larga duración favoritas de momento aún abiertas. A pesar de los numerosos detractores que me consta que tiene esta serie, pero contanto con otros tantos muchos que son acérrimos seguidores de la misma, para mí sigue teniendo, después del más de medio centenar de números ya publicados, la frescura y el interés que me ofreció y descubrí desde su primer número, y más si cabe después del cambio de dibujante que a mi parecer ha dado un toque de mayor calidad y asentamiento definitivo de esta obra. Posiblemente la temática no tenga la originalidad de otras historias nuevas de género fantástico o de terror que nos podemos encontrar de vez en cuando, ya que trata un tema ya muy manido y muchas veces ya explotado hasta la médula por numerosos autores, pero lo que sí que ha conseguido Kirkman con esta enésima reinterpretación del subgénero de los zombies es darle un tono, un enfoque, un tratamiento diferente a lo que yo había visto hasta la fecha sobre estas historias de muertos vivientes que vuelven teóricamente a la “vida”… vamos una bocanada de aire fresco, el de fabricar una historia de zombies donde estos no son los actores principales, ni secundarios, de la trama, si no más bien son simplemente la excusa, meras comparsas, que utiliza magistralmente el autor para contarnos hasta dónde es capaz de llegar el ser humano cuando se ve obligado a llegar a situaciones límite.


Situaciones límite de supervivencia que provocan que el ser humano saque a relucir lo mejor y peor en su fuero interno, racional o irracional, echar a lo bestia eso que nadie pensaba que podía albergar en lo más profundo de sus ser cuando su existencia anterior era monótona y predecible, convirtiéndola en una sucesión de hechos repetitivos y mecánicos del día a día, para pasar de golpe y porrazo a una situación caótica e inesperada que saca a relucir nuestro instinto animal de supervivencia y ponernos en situaciones límite que son capaces de transformarnos en seres individuales que solo piensan en si mismo como opción prioritaria ante cualquier situación o volvernos seres sociales donde impere la solidaridad entre iguales anteponiéndolo al egoísmo y egocentrismo de uno mismo.

Para conseguir esto, los zombies son los personajes secundarios, o terciarios, de esta historia, excusa perfecta para que nuestro protagonistas “vivos” puedan dar rienda suelta a sus miedos más profundos después de encontrarse sin comerlo ni beberlo en situaciones extremas y de verdadera locura que consiguen sacar lo mejor de sí mismo (o lo peor de cada uno), en una huída constante en busca de un lugar seguro que los salve de esa plaga, esa auténtica amenaza que son los NO muertos, capaz de destruir la vida humana tal como la conocemos hoy en día.

Para conseguir esto, Kirkman nos ofrece una auténtica road movie al uso, una auténtica historia de carretera pero con zombies por todas partes, infestándolo todo, una característica huída hacia ninguna parte, un viaje que no parece tener fin de nuestros protagonistas, cada uno de ellos diferente al otro, con sus miedos y secretos y su forma de ver la vida y enfocar el problema, y una búsqueda constante de un lugar donde poder encontrarse y estar a salvo y donde poder echar raíces mínimamente… un viaje que puede tener un final feliz donde seas capaz de llegar a buen puerto, echar el ancla y lograr cumplir los objetivos buscados, o un viaje hacia ninguna parte donde no consigues llegar al objetivo previamente marcado y, posiblemente, sin retorno posible… esto aún tenemos que delucidar y descubrir en la trama que Kirkman está ofreciendo al lector… nos llevará a un final donde el hombre sacará a relucir su innato instinto de supervivencia como si una selección natural definitiva fuera, o nos mostrará el camino que previamente ya tiempo ha está marcando el hombre hacia su propia autodestrucción como especie.

Naturalmente, para conseguir esto y que el lector se implique en la historia, la haga suya y le resulte creíble siendo como es una historia de terror pero fantástica al fin y al cabo, ya que en el fondo es una historia totalmente de ficción pero imposible de que pueda suceder en nuestro mundo tal como es, el dibujo tiene que ser lo más realista posible, sin ningún tipo de caricaturarización de los personajes que pueda dar al traste con la verosimilitud de la historia en sí que se intenta lograr, en esta caso con un conseguido juego de luces y sombras, sin un uso del color, que logra que la historia sea más negra y oscura, consiguiendo acrecentar aún más si cabe el efecto buscado, gracias a un magnífico trabajo de Adlard (más idóneo y acertado creo yo para esta historia que el previamente ofrecido por Tony Moore en los primeros números de la serie que, siendo un trabajo correcto y bello de ejecución, no conseguía el efecto más suelto y realista conseguido por Adlard), perfectamente acompañado con un apropiado uso de grises gracias a Cliff Rathburn que redondean aún más si cabe y dan el acabado deseado a los lápices del dibujante.

En resumen, una historia que recomiendo encarecidamente su lectura para los que están aún indecisos por la temática que trata, que no es lo que parece a simple vista y que no es simplemente una historia más y al uso de terror, sino que de una manera pausada y detenida, detallista al máximo, describe al ser humano en su condición más primaria y humana, sin distinciones de razas, sexo, ni clase… el hombre y la mujer tal como son, sin distinciones de ningún tipo, todos por igual, como ser social que tiene que vivir y convivir con sus semejantes, apoyarse los unos con los otros, para conseguir sobrevivir en esta historia de terror apocalíptico para la que no están preparados y conseguir salir indemnes de la pesadilla que las circunstancias y la misma realidad les ha impuesto como prueba para extraer de lo más hondo de cada uno su instinto de supervivencia y de comportamiento ante situaciones límite y extremas.

Una obra que hace verdadera afición, que da un punto extra de calidad al medio y que demuestra a todas luces que el cómic es una plataforma muy valida para ofrecernos cualquier tipo de temática a un nivel realmente alto y de garantías capaz de satisfacer al aficionado más exigente.

Un saludo cordial.

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