lunes, marzo 22, 2010

L'ÉCORCHÉ de Frank Giroud, Florent Germaine & Rubén Pellejero


Secrets, L'Écorché.Tome 1 de 2
Secrets, L'Écorché.Tome 2 de 2

Guión: Frank Giroud y Florent Germaine
Dibujos: Rubén Pellejero
Editorial Dupuis. Colección Empreinte(s)
Cartoné. 64 y 70 páginas, respectivamente. Tamaño: 32 x 24 cm. Color
PVP: 26,95 dólares canadienses c/u

La vida está llena de casualidades o, ¿por qué no?, de oportunidades aprovechadas que se agradece no haber perdido; ésas a las que no cabe sino saludar con una sonrisa tras caer en la cuenta, tiempo después, que tuvimos en su momento el buen tino de dejarnos llevar por esos primeros impulsos que suelen ser los más acertados, al menos en lo que se refiere a comprar determinados tebeos. Cuando escoges uno y, apenas hojearlo, ya te deja impresionada, lo menor que puedes hacer es llevártelo a casa sin pensártelo dos veces.

Eso suele ocurrirme a menudo. Siempre descubro autores que no conozco o trabajos que me sorprenden, y cuando eso sucede a un montón de kilómetros de casa, siempre es mejor hacerle caso a la intuición. Hace unos meses, en mi viaje a Canadá, había comprado Canoë Bay en francés por impaciencia, ya que era incapaz de esperar a que Ponent Mon pudiera sacar su versión en castellano (Podéis leer aquí la reseña que hice sobre esta obra). Sin darme cuenta, al hacerme con el álbum había tomado la decisión acertada, la misma que, desde la perspectiva del tiempo transcurrido, tomé al no dejar de nuevo en la estantería los dos volúmenes de L'Écorché, publicado por Editions Dupuis en 2006 y 2007, con guión de Frank Giroud y Florent Germaine y dibujos de uno de mis favoritos, Rubén Pellejero. No recordaba haber leído comentarios sobre su posible traducción en castellano, hasta que EduXavi volvió de la pasada edición del Expocómic con la noticia -de boca del propio Pellejero- de que Astiberri Ediciones lo publicaría en 2010, y fue entonces cuando una enorme sonrisa de oreja a oreja se dibujó en mi cara.

Mi interés por Rubén Pellejero lo ha ido fomentando desde siempre mi hermano. Él se encargó de contagiarme el suyo al mostrarme durante años el magnífico trabajo de este dibujante nacido en Badalona en 1952. Primero, en los años 80, cuando me dejaba sus Cimoc, esos que aún atesora como oro en paño, con los dibujos a pincel y a plumilla, en blanco y negro, de Pellejero, tan influenciados en aquella época por los clásicos, ilustrando los guiones de Sarto, Zetner o los suyos propios. Relatos cortos, de pocas páginas, pero llenos de detalles, como Historias de una Barcelona (El hombre de las palomas o Todo un señor), A la barra, Los lunes fatal, Las memorias de Monsieur Griffaton o Dieter Lumpen. Después, con sus álbumes a color, con un trazo bien distinto, pero igual de minucioso en los pormenores: El silencio de Malka, Tabú, Âromm, Un poco de humo Azul o El vals del Gulag.

Rubén seguía trabajando para el mercado francés, mientras sus seguidores en este país íbamos perdiendo oportunidades de deleitarnos con su extraordinaria narrativa y sus puestas en escena, capaces como pocas de mostrarnos las historias inventadas por otros, como su colaboración en esta serie de cinco relatos independientes desarrollada a partir de la idea de Giroud, bajo el título genérico de “Secrets”. Ambientadas en diferentes épocas históricas -y dibujadas por Marianne Duvivier, Michel Faure y Milan Jovanovíc-, estos relatos llenos de intriga sacan a la luz esos “asuntos” que muchas familias tienden a mantener ocultos durante generaciones. L'Écorché, L'Écharde, Samsara, Le Serpent sous la glace y Pâques avant les Rameaux, fueron publicados en Francia entre 2004 y 2009 por la Editions Dupuis, dentro de su colección “Empreinte(s)”.

Así que, cómo dejar en Québec aquellos Secretos vergonzosos e inconfesables que la familia protagonista pretende enterrados en su seno hasta que chantajista amenaza con liberarlos. Cómo quedarme sin descubrir el terrible secreto que giraba alrededor de la vida de Tristán Paulin, l'Écorché, aquél que permanecía escondido desde los aciagos días del fin de la Comuna de París, mucho antes de que Tristán naciera, cuando un oficial del ejército había salvado de un pelotón de fusilamiento en el cementerio de Père-Lachaise a la hija de un médico conocido; mucho antes de que su madre, Justine, lo entregara en adopción a Clovis y Angele Paulin, un matrimonio de carniceros del “Quartier des Halles”, porque no tenía con qué alimentarlo, no porque su hijo hubiese nacido con una malformación en el rostro que le había privado de maxilar inferior y de la posibilidad de articular palabras, instándole a ocultar su deformidad con un collarín y a comunicarse sólo a través de gestos y miradas elocuentes...

Cómo perderme ver crecer a Tristán, su sufrimiento y su rencor hacia los que le consideraban un monstruo, como Caboche y los demás niños del barrio, que le llamaban “col-dur” y le habían dicho que “papa était pas mon père”, o sus recelos hacia el extraño comportamiento de su madre para con su prima Justine o la constante presencia a su alrededor de Valère, escritor amigo de la familia. Cómo no ver su primera obra en la pared del matadero en el que trabaja Clovis, utilizando la sangre de los animales muertos como pintura -el rojo que caracterizará sus cuadros- y el penacho de la cola de una vaca como pincel, o conocer su deseo de retratar a bellas mujeres -su única manera de poseerlas- o su amor por la galerista Mathilde Maraval, la única mujer que no es de familia y no lo rechaza por su aspecto, quien, tras ver sus perturbadores cuadros, le apoya incondicionalmente con la pretensión de hacer de él un artista de renombre...

Una lectura que atrapa tanto como impresiona el trabajo de Pellejero. Utilizando el color directo ”a pincel con tinta permanente y acuarelas líquidas”, nos lleva a convertirnos en testigos de un inquietante paseo por París desde 1871 a 1921, con todos los cambios experimentados por la ciudad y sus habitantes a consecuencia de hechos históricos que acontecieron en aquellos años y que el autor ha sabido plasmar en cada viñeta como un personaje más que acompaña a los protagonistas, reproducciones casi fotográficas con toques impresionistas tras los que se adivina una excelente labor de documentación: la detallada recreación de la ambientación de la época; la construcción del Sacre Coeur, acordada por la Asamblea Nacional en 1873 para expiar los pecados cometidos por la Comuna de París; la Exposición Universal de 1900, con los edificios y pabellones que se erigieron al efecto, como el Gran Palais o la Tour Eiffel; el escenario de la cotidianidad en las calles, los mercados, las carnicerías, los mataderos, los bares, los “Bateau-Lavoir del Quai de Montebello”, pero también la vida licenciosa, el cabaret y el ambiente bohemio de los barrios en los que sueñan los artistas, tan distinto del de los barrios altos en los que residen las familias adineradas...

Leí en la transcripción de la entrevista que Toni Guiral hizo a Rubén Pellejero en los I Encuentros del Cómic en Ávila y que El tío berni publicó en Entrecomics en febrero de 2007 -como tantas otras cosas que he comentado en este post-, que el guionista Denis Lapierre le había “escogido para hacer según qué tipo de historias”, que pensaba en él como el dibujante ideal para plasmar determinados guiones que mezclan “elementos difíciles de ser llevados a imagen”. No se puede estar más de acuerdo. Pocos dibujantes son capaces de reflejar en los personajes el dramatismo inherente al relato, y aún así te sorprende la elocuencia que emana de los ojos de Tristán, en los que Pellejero concentra los primerísimos primeros planos y planos detalle, ya que su expresividad es fundamental para constatar su estado de ánimo, el miedo, el sufrimiento, la tristeza, el resentimiento, el desprecio, la rabia o la sorpresa al descubrir la verdad escondida tras una antigua fotografía de la destrucción de la Columna Vendôme. La elocuencia de los ojos de Tristán y la boca de Mathilde; el color, tan distinto en cada página según los ambientes que se recrean o el momento en el que trascurre la acción, el sepia en los flashbacks, el rojo sangre de sus cuadros, los reflejos y la calidez de la luz eléctrica sobre el papel....

Ahora ya quedan pocos días para ver cómo es de diferente En carne viva respecto al que tengo en mis manos. De momento lo más evidente es el tamaño. Dupuis publicó la historia en dos volúmenes de 64 y 70 páginas cada uno (si bien en un principio estaba previsto que fueran tres los volúmenes, a petición del propio Pellejero -que no gusta de dibujar el mismo personaje durante demasiado tiempo- se redujo a dos) y en tamaño gran formato (32 x 24 cm). Astiberri, sin embargo, agrupa los dos volúmenes en un integral de 144 páginas y lo edita en menor tamaño (17 x 24 cm).

Para seguir poniéndoos los dientes largos, recordad que el autor nos habla de su obra en sus dos blogs: http://rubenpelle.blogspot.com y http://encarneviva-ruben.blogspot.com. Este último es el blog exclusivo de “En carne viva”, que el autor irá actualizando con bocetos, imágenes, detalles y curiosidades relacionadas con la elaboración del álbum a partir de su publicación por Astiberri el próximo 26 de marzo de 2010.

No os lo perdáis.

2 comentarios:

Invierno dijo...

Leer una buena reseña es un placer, leer una reseña apasionada da muchísima envidia. Si la obra me gusta la mitad de lo que tú muestras, me doy por satisfecho

Susana dijo...

Gracias por el comentario. Ya se sabe que las reseñas, y más las mías, suelen ser muy subjetivas; pero a mí me encantó, no puedo negarlo. Y cuando una obra me gusta, no puedo dejar de contárselo a todo el mundo, para que disfruten con ella tanto como yo.