sábado, abril 24, 2010

UN BABELIA CARGADITO DE CÓMICS

El suplemento Babelia del periódico El País viene cargadito hoy sábado 24 de abril de reportajes y entrevistas que giran alrededor del mundo del cómic.


Noticias dibujadas
Lucia Magi
La documentación de la realidad encuentra en las viñetas una nueva vía de imaginar su futuro. El Salón del Cómic de Barcelona mostrará el boom del periodismo gráfico a través de crónicas sobre el 11-M, los Balcanes, Gaza, Afganistán, Líbano o Irán.
Las desventuras del joven Stravos bajo la dictadura griega de los años treinta centran Rebétiko (Sins Entido), de David Prudhomme. En Notas al pie de Gaza (Mondadori), Joe Sacco cuenta las matanzas de civiles palestinos en 1956. Zahra's Paradise (de Amir y Khalil -seudónimos- , de momento sólo en formato webcómic en www.cimoc.com), la historia de una manifestante desaparecida después de las elecciones de junio en Irán, es la apuesta de Norma para los próximos meses. Los planes editoriales testifican que los cómics han dejado atrás el país de las maravillas. Se enfrentan al mundo, sin complejos, con ingenuidad, delicadeza e ironía. Y no lo hacen sólo para contar experiencias íntimas. Cuentan la realidad exterior, tratan temas sociales, como la prevención del cáncer (Alicia en la realidad, de Susanna Martín e Isabel Francla, Norma), o históricos, como la primera guerra de Líbano (el excepcional Yo me acuerdo, de Zeina Abirached, Sins Entido), los asesinatos en Ciudad Juárez (en 2009 llegó la segunda edición de Luchadoras -Sins Entido-, de Peggy Adam) o la corrupción de la política (El negocio de los negocios -Astiberri, 2009-, de Denis Robert y Laurient Astier).
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El nuevo combate de Manu Larcenet
Guillermo Altares
El gran narrador de la Francia contemporánea, autor de Los combates cotidianos, da un giro a su estilo con Blast. "No me interesan las imágenes que no sirven para nada. La imagen me gusta cuando es pura y habla", dice el dibujante.
Tras triunfar con Los combates cotidianos (Norma), la historia de un fotógrafo de guerra que decide dejarlo todo para irse a vivir al campo, donde descubre no sólo el amor, sino la historia periodística de su vida, y El retorno a la tierra (Bang Ediciones), un poco más o menos el mismo relato pero narrado en tiras y con mucho más humor, Manu Larcenet (Issy-les-Moulineaux, París, 1969) ha dado un giro radical con Blast (Norma), que inaugura una serie que se prolongará durante varios volúmenes. Frente al alegre color lleno de matices de sus obras anteriores se ha sumergido en un áspero blanco y negro para construir el relato de un hombre que decide vivir al margen de la sociedad. La narración arranca con un interrogatorio policial.
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Salir de la calle
Aurora Intxausti
Ocultar la realidad es mentirse. No ha querido hacerlo y ha dibujado con trazos de tela de araña la angustia y la desesperación de su vida en la calle. Fueron 15 los años que Miguel Fuster (Barcelona, 1944) vivió a la intemperie, refugiado en el alcohol, cubierto por el sol y unos cartones. Su desgraciada vida fue haciendo mella en su espigado cuerpo, machacado por el tiempo, dolorido por la indiferencia y agradecido por esos personajes que supieron alcanzarle la mano en los momentos más difíciles de su existencia.
Sus ojos vidriosos y su facilidad de palabra llevan casi sin darse cuenta a su mundo callejero. Fumador compulsivo, solicita que cambiemos el lugar de la cita mientras paseamos por el barrio gótico de Barcelona. La fotógrafa le pide detenerse bajo unos soportales para retratarle. Al fondo, tres hombres con sus carritos inundados de bolsas tratan de esconderse de los disparos de la máquina. Ocultan en un saco de papel el alcohol que beben poco a poco. "La lata o la litrona de cerveza es el primer paso para quedarte en la calle. Luego pasas al cartón de vino y de ahí no te bajas. Salir es difícil, muy difícil. Dejé de beber hace tiempo, pero sigo siendo un alcohólico. Si ahora probase tan sólo un sorbo caería de nuevo".
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Sangre siempre fresca en Gaza
Javier Valenzuela
El reportero-dibujante Joe Sacco, creador de todo un género -el tebeo de investigación periodística-, retrata la vida cotidiana de los palestinos de la franja, marcada desde las matanzas de 1956 por el miedo, la cólera y la impotencia.
En la historia universal de la infamia contemporánea, Gaza ocupa uno de los primeros lugares junto al gueto de Varsovia, Soweto y la Ciudad de la Alegría de Calcuta. La franja de Gaza -sé de lo que hablo, he estado allí varias veces- es una pesadilla: un erial de basuras, escombros, chabolas y edificios acribillados donde se apiñan, cercados por tierra, mar y aire por el Ejército más poderoso de Oriente Próximo, un millón y medio de seres humanos desesperados. Llámenlo como quieran: campo de refugiados, gueto, campo de concentración, pudridero en vida.
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Pasión autobiográfica
Nuria Barrios
Las grandes novelas gráficas poseen una fuerza y una frescura de la que adolecen muchas novelas contemporáneas. Este es el caso de la premiada Sofía y el negro, de la artista belga Judith Vanistendael, una vibrante historia de amor entre una belga, estudiante de económicas, y un togolés sin papeles, que ha solicitado asilo. Contada en dos partes, como si fuese uno de esos dípticos religiosos cuya historia se expone en varias tablas que se presentan a la vista simultáneamente, Sofía y el negro narra la relación de esta joven pareja en un pequeño y rico país de Europa. La primera parte cuenta la historia a través de los ojos del padre de Sofía, un periodista prestigioso y liberal. El personaje es francamente genial: conmueven y divierten, al mismo tiempo, su asombro, su desconfianza, su hostilidad hacia el extranjero negro y sin papeles de quien se ha enamorado su única hija. "¡Pero bueno, le ha tocado la lotería! ¡Tiene un piso con tía incluida!", le suelta furibundo a Sofía. También muestra cómo el amor de los perplejos padres hacia su hija facilita el camino de la pareja.
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Un saludo cordial.

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